SUSTANTIVOS
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Sirven para nombrar a los objetos, ideas y
seres que nos rodean Llevan determinante y tienen género y número
Ej: Esa camisa. Tus lápices.
La guerra. Mi ordenador. Su cobardía…
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ADJETIVOS
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Sirven para indicar las cualidades que poseen
los sustantivos. No llevan determinantes y acompañan al sustantivo.
Ej. Mi gata
es cariñosa. Tus amigos son simpáticos.
Mi hermano es muy gruñón
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VERBOS
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Indican estados de ánimo, acciones ,
movimiento…
Tu hermana vino
ayer. Hoy no hace
aire. Mañana iré de viaje Hoy estoy
depre
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DETERMINANTES
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Acompañan a los sustantivos y tienen género y
número.Son:
Artículos ( el, la ,los, las), demostrativos
( este, esa aquel, aquellos aquellas…) posesivos (mi, tu ,su , nuestro,
vuestro, suyo, sus , mis…) Numerales ( uno, dos , tres… primero, segundo ,
vigésimo..). Indefinidos ( mucho, a , os, as , bastante, es.. demasiado, a,
os, as, algún, a, os, as, todo, a ,os, as…)
Interrogativos y exclamativos ( qué, cuál, cuántos…)
Ejemplos: Tengo cuatro
hermanas y tres hermanos. Tu padre es el
mejor. Mis amigas viven en un cuarto piso, no tengo ningún boli rojo .¿Cuántos años tienes?
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PRONOMBRES
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Sustituyen al sustantivo: Son los pronombres
personales ( yo, mi, me conmigo, tú, te, ti contigo, él, ella, lo ,la,le, se
consigo, Nosotros, nos, vosotros, os, ellos , ellas, los, las. Les, se )
Los demostrativos, los numerales, los
indefinidos, los interrogativos y
exclamativos..
Ejemplos:
Mi casa es más grande que la tuya.
A Julia le
duele la cabeza. Dale una aspirina y que se la
tome ya. Estos pasteles no son para ti son para tus primos .No te los comas. ¿ Cuántos vendrán a cenar? ¿Vendrán todos? A muchos no
nos gusta leer libros
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ADVERBIOS
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Son invariables. No tienen género ni número. Acompañan
al verbo , al adjetivo o a otro adverbio.
Clases: de lugar ( aquí, allí, encima,
debajo..) tiempo ( hoy, mañana , luego, ya, todavía, después, mañana…), modo
( así, bien , mal, fácilmente, cómodamente, ágilmente, rápidamente….) Cantidad
( mucho, poco, bastante, algo…) Afirmación ( sí, siempre, por supuesto..) Negación
( no, nunca, jamás..) Duda ( quizá , tal vez..)
Ejemplos : estoy algo cansada,
He comido mucho, No
me encuentro bien. Vivo muy
cerca del
instituto
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CONJUNCIONES
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Y (e), o (u), pero, sino, sin embargo,
porque, si, aunque….
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PREPOSICIONES
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A, hacia, hasta, de, en , con, sin, para,
por, entre, sobre, según…
Ejemplo:
casa con dos puertas
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miércoles, 20 de mayo de 2015
viernes, 8 de mayo de 2015
COMENTARIO DE " A DAFNE YA LOS BRAZOS LE CRECÍAN"
http://milenguaviperinaa.blogspot.com.es/2013/01/garcilaso-de-la-vega-dafne-ya-los.html
http://milenguaviperinaa.blogspot.com.es/2013/01/garcilaso-de-la-vega-dafne-ya-los.html
martes, 5 de mayo de 2015
MÁXIMAS Y REFRANES EN LA CELESTINA ( blog dientedeleón)
Nadie es tan joven que no se pueda morir mañana,
ni tan viejo que no pueda vivir un día más.
Miserable cosa es pensar ser maestro
el que nunca fue
discípulo.
Mejor es el uso de las riquezas que la posesión de ellas.
Qué glorioso el dar, qué miserable el recibir.
La ajena luz no te hará claro, si la propia no tienes.
No es vencido sino el
que se cree serlo.
El cierto amigo en la
cosa incierta se conoce,
en las adversidades se prueba.
Del error, lo peor es la perseverancia.
El amor imposible
todas las cosas vence.
Cuán fácil cosa es reprender vida ajena
y cuán duro guardar cada uno la suya.
El deleite de la venganza dura un momento;
el de la misericordia, para siempre.
La mitad está hecha
cuando tienen buen principio las cosas.
Es simpleza o necedad llorar
por lo que con llorar no se puede remediar.
Gran parte de la salud es desearla.
Ninguna cosa hace pobre al avariento como la riqueza.
Locura es pagar amistad con odio.
Cuando el corazón
está embargado de pasión, están cerrados los oidos al consejo, y en tal tiempo
las palabras sensatas, en lugar de amansar, acrecientan la saña
ENCUENTRO DE CELESTINA CON MELIBEA
CELESTINA.- Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta.
De Dios seas perdonada, que buena compañía me queda. Dios la deje gozar su
noble juventud y florida mocedad, que es tiempo en que más placeres y mayores
deleites se alcanzarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de
enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua,
llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de
lo por venir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte,
cayado de mimbre que con poca carga se doblega.
MELIBEA.- ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo que todo el
mundo con tanta eficacia gozar y ver desea?
CELESTINA.- Desean harto mal para sí, desean harto trabajo.
Desean llegar allá porque llegando viven y el vivir es dulce y viviendo
envejecen. Así que el niño desea ser mozo y el mozo viejo y el viejo, más;
aunque con dolor. Todo por vivir, porque dicen «viva la gallina con su pepita».
Pero, ¿quién te podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus
fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su
descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel
mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado
ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de
dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer?
Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás
callar todos los otros trabajos, cuando sobra la gana y falta la provisión, que
jamás sentí peor ahíto que de hambre.
(...)
MELIBEA.- Madre, gran pena tendrás por la edad que perdiste.
¿Querrías volver a la primera?
CELESTINA.- Loco es, señora, el caminante que, enojado del
trabajo del día, quisiese volver de comienzo la jornada para tornar otra vez a
aquel lugar, que todas aquellas cosas cuya posesión no es agradable, más vale
poseerlas que esperarlas, porque más cerca está el fin de ellas cuanto más
andado del comienzo. No hay cosa más dulce ni graciosa al muy cansado que el
mesón. Así que, aunque la mocedad sea alegre, el verdadero viejo no la desea,
porque el que de razón y seso carece, cuasi otra cosa no ama sino lo que
perdió.
MELIBEA.- Siquiera por vivir más, es bueno desear lo que
digo.
CELESTINA.- Tan presto, señora, se va el cordero como el
carnero. Ninguno es tan viejo que no pueda vivir un año, ni tan mozo que hoy no
pudiese morir. Así que en esto poca ventaja nos lleváis.
LAMENTO DE PLEBERIO
¡Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no ejecutaste tu cruel ira, tus mudables ondas, en aquello que a ti es sujeto? ¿Por qué no destruiste mi patrimonio? ¿Por qué no quemaste mi morada? ¿Por qué no asolaste mis grandes heredamientos? Dejárasme aquella florida planta, en quien tú poder no tenías; diérasme, fortuna fluctuosa, triste la mocedad con vejez alegre, no pervirtieras la orden. Mejor sufriera persecuciones de tus engaños en la recia y robusta edad que no en la flaca postrimería. ¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada! ¡Oh mundo, mundo! Muchos mucho de ti dijeron, muchos en tus cualidades metieron la mano, a diversas cosas por oídas te compararon. Yo por triste experiencia lo contaré como a quien las ventas y compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron, como aquel que mucho ha hasta ahora callado tus falsas propiedades por no encender con odio tu ira, por que no me secases sin tiempo esta flor, que este día echaste de tu poder. Pues ahora, sin temor, como quien no tiene qué perder, como aquel a quien tu compañía es ya enojosa, como caminante pobre que, sin temor de los crueles salteadores, va cantando en alta voz. Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden. Ahora, visto el pro y la contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores, un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin fruto, fuente de cuidados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponzoña, vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. Cébasnos, mundo falso, con el manjar de tus deleites; al mejor sabor nos descubres el anzuelo; no lo podemos huir, que nos tiene ya cazadas las voluntades. Prometes mucho, nada no cumples; échasnos de ti por que no te podamos pedir que mantengas tus vanos prometimientos. Corremos por los prados de tus viciosos vicios, muy descuidados, a rienda suelta; descúbresnos la celada cuando ya no hay lugar de volver. Muchos te dejaron con temor de tu arrebatado dejar; bienaventurados se llamarán cuando vean el galardón que a este triste viejo has dado en pago de tan largo servicio. Quiébrasnos el ojo y úntasnos con consuelo el casco. Haces mal a todos, por que ningún triste se halle solo en ninguna adversidad, diciendo que es alivio a los míseros, como yo, tener compañeros en la pena. Pues desconsolado, viejo, ¡qué solo estoy! Yo fui lastimado sin haber igual compañero de semejante dolor, aunque más en mi fatigada memoria revuelvo presentes y pasados. Que si aquella severidad y paciencia de Paulo Emilio me viniere a consolar con pérdida de dos hijos muertos en siete días, diciendo que su animosidad obró que consolase él al pueblo romano y no el pueblo a él, no me satisface, que otros dos le quedaban dados en adopción. ¿Qué compañía me tendrán en mi dolor aquel Pericles, capitán ateniense, ni el fuerte Jenofón, pues sus pérdidas fueron de hijos ausentes de sus tierras? Ni fue mucho no mudar su frente y tenerla serena, y el otro responder al mensajero, que las tristes albricias de la muerte de su hijo le venía a pedir, que no recibiese él pena, que él no sentía pesar. Que todo esto bien diferente es a mi mal. Pues menos podrás decir, mundo lleno de males, que fuimos semejantes en pérdida aquel Anaxágoras y yo, que seamos iguales en sentir, y que responda yo, muerta mi amada hija, lo que él a su único hijo, que dijo: «como yo fuese mortal, sabía que había de morir el que yo engendraba». Porque mi Melibea mató a sí misma de su voluntad a mis ojos con la gran fatiga de amor que la aquejaba; el otro matáronle en muy lícita batalla. ¡Oh incomparable pérdida! ¡Oh lastimado viejo! Que cuanto más busco consuelos, menos razón hallo para me consolar. Que si el profeta y rey David al hijo que enfermo lloraba, muerto no quiso llorar, diciendo que era cuasi locura llorar lo irrecuperable, quedábanle otros muchos con que soldase su llaga. Y yo no lloro, triste, a ella muerta, pero la causa desastrada de su morir. Ahora perderé contigo, mi desdichada hija, los miedos y temores que cada día me espavorecían. Sola tu muerte es la que a mí me hace seguro de sospecha. ¿Qué haré cuando entre en tu cámara y retraimiento y la halle sola? ¿Qué haré de que no me respondas si te llamo? ¿Quién me podrá cubrir la gran falta que tú me haces? Ninguno perdió lo que yo el día de hoy, aunque algo conforme parecía la fuerte animosidad de Lambas de Auria, duque de los atenienses, que a su hijo herido con sus brazos desde la nao echó en la mar. Porque todas éstas son muertes que, si roban la vida, es forzado de cumplir con la fama. Pero, ¿quién forzó a mi hija a morir, sino la fuerte fuerza de amor? Pues, mundo halaguero, ¿qué remedio das a mi fatigada vejez? ¿Cómo me mandas quedar en ti conociendo tus falacias, tus lazos, tus cadenas y redes, con que pescas nuestras flacas voluntades? ¿A dó me pones mi hija? ¿Quién acompañará mi desacompañada morada? ¿Quién tendrá en regalos mis años, que caducan? ¡Oh amor, amor!, que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sujetos. Herida fue de ti mi juventud, por medio de tus brasas pasé, ¿cómo me soltaste para me dar la paga de la huida en mi vejez? Bien pensé que de tus lazos me había librado los cuarenta años toqué, cuando fui contento con mi conyugal compañera, cuando me vi con el fruto que me cortaste el día de hoy. No pensé que tomabas en los hijos la venganza de los padres. Ni sé si hieres con hierro ni si quemas con fuego. Sana dejas la ropa, lastimas el corazón. Haces que feo amen y hermoso les parezca. ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes. Si los amases, no les darías pena. Si alegres viviesen, no se matarían como ahora mi amada hija. ¿En qué pararon tus sirvientes y sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles compañeros que ella para tu servicio emponzoñado jamás halló. Ellos murieron degollados. Calisto, despeñado. Mi triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te dieron; amargos hechos haces. No das iguales galardones; inicua es la ley que a todos igual no es. Alegra tu sonido; entristece tu trato. Bienaventurados los que no conociste o de los que no te curaste. Dios te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido traídos. Cata que Dios mata los que crió; tú matas los que te siguen. Enemigo de toda razón, a los que menos te sirven das mayores dones, hasta tenerlos metidos en tu congojosa danza. Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? Ciego te pintan, pobre y mozo. Pónente un arco en la mano con que tires a tiento; más ciegos son tus ministros, que jamás sienten ni ven el desabrido galardón que se saca de tu servicio. Tu fuego es de ardiente rayo, que jamás hace señal do llega. La leña que gasta tu llama son almas y vidas de humanas criaturas, las cuales son tantas, que de quien comenzar pueda apenas me ocurre, no sólo de cristianos, mas de gentiles y judíos, y todo en pago de buenos servicios. ¿Qué me dirás de aquel Macías de nuestro tiempo, cómo acabó amando, cuyo triste fin tú fuiste la causa? ¿Qué hizo por ti Paris? ¿Qué Helena? ¿Qué hizo Hipermestra? ¿Qué Egisto? Todo el mundo lo sabe. Pues a Safo, Ariadna, Leandro, ¿qué pago les diste? Hasta David y Salomón no quisiste dejar sin pena. Por tu amistad Sansón pagó lo que mereció, por creerse de quien tú le forzaste a darle fe. Otros muchos que callo porque tengo harto que contar en mi mal. Del mundo me quejo porque en sí me crió; porque, no me dando vida, no engendrara en él a Melibea; no nacida, no amara; no amando, cesara mi quejosa y desconsolada postrimería. ¡Oh mi compañera buena! ¡Oh mi hija despedazada! ¿Por qué no quisiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué no hubiste lástima de tu querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? ¿Por qué me dejaste cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste triste y solo in hac lachrymarum valle?
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