IMÁGENES DE UNA CATEDRAL MEDIEVAL
martes, 6 de octubre de 2015
Bécquer
TEXTO PARA COMENTAR
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz, eso eres tú.
Tú, sombra aérea que cuantas veces voy a tocarte,
te desvaneces como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido del lago azul.
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento. Del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor, Eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente de una visión!
PREGUNTAS PROPUESTAS
Algunas palabras claves para acercarse al contenido son : INSATISFACCIÓN, FRUSTRACIÓN, INMATERIAL, SUFRIMIENTO....
1º resumen del contenido
2º determinación del tema
3º estructura del contenido. Hay dos partes : señálalas y di de qué tratan cada una
4ª recursos más importantes de cada parte ( señala los casos de metáforas, paralelismos, anáforas, antítesis, la presencia de la naturaleza para describir a los personajes, las ALITERACIONES ( rima interna), ..
APÉNDICE : PRECISIONES SOBRE EL ESTILO DE BÉCQUER
1. MÉTRICA Es evidente que algunos de los poemas son, desde el punto de vista métrico, más populares que otros: los que están compuestos en octosílabos pueden considerarse coplas asonantadas. Son ejemplos de poesía neopopular.
2. RECURSOS LITERARIOS
Además de los que hemos comentado repetidamente (paralelismo, anáfora, símil, metáfora, antítesis, etc.), encontramos en las rimas de Bécquer otros recursos menos conocidos:
a) Epanadiplosis: un verso empieza y termina por la misma palabra (por ejemplo, “no es a ti, no”).
b) Anadiplosis (o concatenación): un verso comienza por la última palabra del verso anterior (rima XV).
c) Epifonema: reflexión o exclamación final que resume lo anterior (“eso son nuestras dos almas”).
d) Sinécdoque: es el tipo de metonimia que consiste en tomar una parte por el todo o viceversa (“ríe el alma” o “la pupila” para hablar del ojo). No sería incorrecto denominarla metonimia.
e) Epífora (es lo contrario que la anáfora): repetición de una o varias palabras al final de varios versos (rima LIII: no volverán!).
f) Paradoja: contradicción aparente (“mientras se llore, sin que el llanto acuda a nublar la pupila”).
g) Elipsis: omisión de algún elemento (por ejemplo, de verbos copulativos)
h) Apóstrofe: Mediante esta figura, el hablante interrumpe el discurso para dirigirse a una persona ausente o muerta, a un objeto inanimado, a una idea abstracta… (¡oh, hermosa! en la rima I).
i) Sinestesia: mezcla de impresiones de sentidos diferentes (por ejemplo, “palabras ardientes” en la rima LIII).
j) Encabalgamiento: se produce cuando el sentido de un verso continúa en el siguiente (los hay suaves y abruptos). Lo más importante es que, aparte de enumerarlos y localizarlos, hagáis un esfuerzo por intentar explicar para qué sirven, qué efecto producen en el poema, cómo se relacionan con el contenido del poema. Algunas sugerencias:
k) El paralelismo y la anáfora son con frecuencia elementos estructuradores en las rimas de Bécquer (a veces, también la antítesis, que divide el poema en dos partes contrapuestas).
l) Las figuras de repetición ponen de relieve ciertas palabras que tienen importancia en el poema (también los encabalgamientos, que a veces dejan al final del verso, en suspensión, una palabra importante).
m) Las exclamaciones, las interjecciones, los puntos suspensivos… suelen tener función expresiva y conceden al poema fuerza emocional. A veces aparecen en el momento clímax de la rima.
n) Las interrogaciones retóricas suelen plantear alguna cuestión que preocupa al poeta, le sirven para hacer alguna reflexión.
o) Los estribillos, así como las repeticiones de sonidos (aliteraciones u onomatopeyas) dan ritmo y sonoridad a las rimas.
p) El asíndeton, sobre todo si está acompañado de la elipsis, suele acelerar el ritmo del poema, y da sensación de enumeración.
q) El polisíndeton puede, en cambio, ralentizar el ritmo, pero también puede acelerarlo.
r) Los hipérbatos muchas veces se explican por exigencias de la rima, pero a veces contribuyen a crear sensación de suspense, cuando un elemento fundamental se posterga hasta el final de una estrofa.
martes, 22 de septiembre de 2015
ROSE
ROSE
Sefton se apartó del cuadro.
-Ahora
descanse- dijo.
Su modelo, la señorita Rose Rose, se echó por
encima un manta rayada, bajó de la tarima y cruzó el estudio.
Era
hermosa de la cabeza a los pies. Cualquier pose que adoptara resultaba
elegante. Era hija de modelo de artista, y trabajaba en esto desde su niñez.
Rose Rose no era instruida, ni culta, ni metódica. Todo lo que sabía hacer era
posar: pero en eso, desde luego, era la mejor. En una ocasión había mantenido
la misma pose, sin descansar, durante tres horas seguidas.
Mientras
Rose Rose se vestía, Sefton se dejó caer en un butacón y estudió el cuadro. Era
un hombre de cuarenta años, rechoncho, con la cara redonda, y un mostacho
rojizo de guías ferozmente enhiestas.
Tenía la suerte de contar con la señorita Rose
Rose como modelo. El rostro de ésta tenía exactamente la expresión que él necesitaba para el cuadro
que estaba pintando sobre Afrodita, la diosa griega de la belleza y del amor.
Pero si bien era la modelo que más cobraba por sus sesiones, no siempre era
puntual en acudir al trabajo.
En
las mañanas de invierno, cuando cada hora de luz era preciosa, podía
retrasarse dos horas o no aparecer en
absoluto. Sin embargo, sus cualidades eran tan extraordinarias que los artistas
recurrían siempre a ella.
-Señorita
Rose, ¿podría estar aquí mañana a las nueve en punto?- preguntó Sefton a su
modelo cuando salió de detrás del biombo.
-Mejor
a las nueve y cuarto.- replicó Rose.
-Bueno...
de acuerdo.- accedió Sefton de mala gana.
-Sé
lo que está pensando, señor Sefton.- Dijo Rose Rose. -Cree que no pienso venir
mañana. Ha oído las quejas del señor Merion. Y todo porque una tarde llegué
tarde a posar para él. ¡Pero tenía un buen motivo!
-El
señor Merion es el que me la ha recomendado, señorita Rose; aunque me aconsejó
que no la perdiera de vista. ¿Me hará el favor de estar aquí mañana a su hora?-
insistió el artista.
-No
tiene por qué preocuparse- dijo la señorita Rose con impaciencia. -Estaré a las
nueve y cuarto, pase lo que pase. ¡Incluso muerta! ¿Le parece suficiente, señor
Sefton?
Pese
a la promesa de la señorita Rose, el señor Sefton no se quedó muy convencido.
A la
mañana siguiente, Sefton llegó al estudio a las ocho y media. Preparó las
pinturas y seleccionó los pinceles. Al estudiar el lienzo, observó que el
rostro de su Afrodita tenía una expresión burlona.
Poco
antes de las nueve descubrió que se había quedado sin cigarrillos. Todavía
tenía tiempo de acercarse a la esquina. Dejó la puerta del estudio abierta por
si la modelo llegaba mientras él estaba ausente. Calculó que Rose Rose se
retrasaría lo menos veinte minutos. En la tiende compró el periódico para
entretenerse mientras esperaba.
Pero
al regresar se encontró con que la modelo se encontraba ya esperándolo.
-Buenos
días señorita Rose. Es usted una mujer de palabra.
Rose
murmuró una respuesta, pero la atención de Sefton estaba ya centrada en el
cuadro.
El
trabajo iba bien, y Rose Rose no daba muestras de cansancio. Sefton trabajó
seguido más de una hora, antes de caer en la cuenta de que Rose Rose debía
hacer una pausa.
-Hagamos
un descanso, señorita Rose.- Dijo Sefton alegremente.
En
ese instante sintió el roce inconfundible de unos dedos humanos en la nuca. Se
volvió con un súbito sobresalto. No, no había nadie detrás. Y Rose Rose había
desaparecido.
Con gran cuidado dejó la paleta y los
pinceles. Dijo en voz alta:
-¿Dónde
está usted, señorita Rose?
El
silencio flotaba en el ambiente cargado del estudio. Repitió la pregunta pero
no obtuvo respuesta. Se asomó detrás del biombo. Entonces le asaltó una
terrible posibilidad: ¡Que su modelo no hubiera estado en absoluto allí!
Se
sentó y trató de encontrar una explicación. Había estado trabajando demasiado,
se dijo a sí mismo. Se enfrascaba demasiado en la pintura. Había esperado ver a
Rose Rose al volver de la tienda, y su cerebro le había dicho que estaba allí.
Pero no acababa de convencerse. Nunca le había ocurrido una cosa semejante.
Cuanto más lo pensaba más asustado estaba.
Cogió
el periódico para calmar los nervios. Se serenaría oyendo las noticias del día.
Aún así, no se el escapaba el hecho de que durante la última hora había ejecutado
su trabajo más delicado, pese a no tener allí a la modelo.
Trató
de concentrarse en el periódico. Entonces su mirada se detuvo en un titular:
<<Accidente de tráfico mortal>>. El articulo informaba que una
modelo de artistas llamada Rose Rose había sido atropellada a las siete de la
tarde del día anterior y había fallecido poco después.
Sefton
se levantó de la silla y abrió una gran navaja. Sentía unos deseos tremendos de
destrozar el lienzo. Se detuvo ante el cuadro. El rostro de Afrodita le sonreía
con una dulzura misteriosa, ultraterrena, pero irresistible.
Durante
los meses siguientes, Sefton no consintió que nadie le visitase mientras
terminaba el cuadro. Sus amigos se preguntaban quién era la modelo, puesto que
Rose Rose había fallecido. Sefton se negó a revelarlo.
El
cuadro alcanzó un éxito inmediato. Lo habían encontrado abandonado en el
estudio de Sefton. En cuanto al artista, nunca volvió a saberse nada de él.
RELATOS DE TERROR
En
mármol y a tamaño natural
Aunque
esta historia es verídica palabra por palabra, no espero que la gente la crea.
Yo os la cuento tal como ocurrió. Luego juzgad vosotros.
Fue
hace unos años. Laura y yo estábamos en nuestra luna de miel. Un día salimos de
la ciudad en que residíamos para visitar la iglesia de un pueblecito del sur.
La región era hermosa y apacible, y quiso la suerte que encontráramos en venta
una casa de campo cerca de la iglesia.
La
casa en cuestión era un edificio bajo y alargado cuyas habitaciones sobresalían
en ángulos imprevistos. La habían construido sobre los restos de una antigua
casa que en otro tiempo se había alzado allí. Distaba unos tres kilómetros y
pico del pueblo. Y decidimos comprarla. Yo era pintor en aquel tiempo, y Laura
escribía poemas y relatos. Contratamos a una vieja campesina llamada señora
Dorman para que se encargase del orden de la casa. Fue un gran descanso para
nosotros. Además de ocuparse de los quehaceres domésticos, nos entretenía con
historias sobre contrabandistas y salteadores de caminos, y más aún sobre
horribles apariciones que podían sorprender a cualquiera en las noches
solitarias y estrelladas.
Gozamos
de tres meses de felicidad. Luego, una noche de octubre, la señora Dorman
anunció de repente que se marcharía al finalizar la semana. Algo la inquietaba.
-Últimamente
se comporta de una manera muy extraña- dijo Laura-. ¿La habremos ofendido en
algo?
-Después
hablaré con ella- contesté-. Vamos a dar un paseo hacia la iglesia. Eso siempre
te sienta bien. Nos encantaba visitar la amplia y solitaria iglesia, sobre todo
en las noches estrelladas. El camino que conducía a ella cruzaba serpeante el
bosque, subía una cuesta y atravesaba dos prados antes de llegar a la tapia del
cementerio que la rodeaba.
Dentro,
los arcos se perdían en la oscuridad. La luna se filtraba por las hermosas
vidrieras. A cada lado del altar había un losa, y encima de cada losa yacía la
figura en mármol gris de un caballero armado, con las manos juntas en oración.
Estas estaturas, de tamaño natural, eran los objetos más llamativos de la
iglesia, y parecían desprender luz propia en contraste, sobre todo, con el
roble oscuro de los bancos y las paredes forradas de la iglesia.
Los
campesinos habían olvidado los nombres de estos caballeros, aunque decían que
habían sido hombres feroces y malvados. Tan abominables eran sus fechorías que
el cielo los castigó fulminando su mansión. Mansión que, dicho sea de paso, se
había alzado en el solar que ahora ocupaba nuestra casa.
Viendo
sus rostros adustos de piedra no costaba creer que fueran ciertas las hazañas
que se contaban de ellos. Pero pese a toda su maldad, sus descendientes fueron
lo bastante ricos para convencer a la iglesia de que acogiese sus efigies.
Esa
noche contemplábamos Laura y yo las estatuas yacentes, descansamos un rato y
regresamos. Una vez en casa, presioné a la señora Dorman para que me dijese el
verdadero motivo por el que quería dejarnos.
-¿Ha
observado en nosotros algo que no le parezca bien, señora Dorman?-pregunté.
-No,
señor. Han sido ustedes muy buenos, desde luego.
-Entonces,
¿por qué quiere irse esta semana? ¿Y así, tan de repente?- insistí.
-Pues
vera, señor –dijo en un tono bajo, inseguro-: seguramente ha visto en la
iglesia las dos imágenes que hay a ambos lados del altar.
-¿Se
refiere a las estatuas de caballeros con armaduras?- dije alegremente.
-Me
refiero a los dos cuerpos tallados en mármol a tamaño natural- hizo una pausa
para aspirar profundamente, y luego prosiguió-: Dicen que en la víspera de
Todos los Santos se levantan, bajan de las losas y se pasean por la nave. Y
cuando el reloj de la iglesia da las once, cruzan la puerta y salen del
cementerio y al camino. Y si la noche es lluviosa, por la mañana se ven las
huellas de los pies.
-¿Y
adónde van?- pregunte, fascinado por la pintoresca leyenda.
-Vienen
aquí; a lo que fue su casa, señor. Y si alguien se encuentra con ellos…
-Bueno,
¿qué le pasa?- pregunté. Pero no hubo manera de sacarle una palabra más...,
salvo una advertencia:
-Decida
lo que decida, señor, cierre la puerta temprano la víspera de Todos los Santos.
No
le conté nada a Laura sobre esta leyenda. Temí preocuparla, aunque la historia
no era más que una bobada. Ya se la contaría cuando pasara esa fecha. El
jueves, 30 de octubre, la señora Dorman se marchó como había anunciado.
Prometió volver a la semana siguiente.
Llegó
el viernes, víspera de Todos los Santos. Laura y yo pasamos un día agradable
haciendo limpieza y trabajando. Pero cuando el sol empezó a declinar, el estado
de ánimo de Laura decayó.
-Estás
triste, cariño- dije.
-Triste
exactamente, no- contestó ella-. Estoy inquieta. Temblando aunque no tengo
frío. Siento como si fuera a pasar algo.
Estábamos
sentados delante de la chimenea. Nos quedamos en silencio. Laura se animó un
poco, aunque parecía pálida y cansada. Me apetecía fumarme una pipa antes de
irme a la cama; pero no quería molestar a Laura con el humo, le dije que
saldría a fumar fuera.
-No
te entretengas mucho-dijo ella.
-No,
cariño- repliqué, y le di un beso en la frente.
Al
salir de la casa no cerré la puerta con llave. La noche era absolutamente
silenciosa. Más allá de los prados se recortaba contra el cielo el campanario
negro y gris de la iglesia. La campana dio las once. No tenía ganas de
acostarme todavía, así que decidí dar un paseo hasta la iglesia. Al alejarme de
la casa, pude ver, a través de la ventana, a Laura sentada en su butaca, junto
al fuego, y dormida ya.
Caminaba
despacio, siguiendo el camino del bosque. Oía claramente pisadas en las hojas
secas. Me detuve, pero el ruido se detuvo también. - pensé.
Al
acercarme a la iglesia vi que la puerta estaba abierta. Dado que los únicos que
la habitaban entre semana éramos Laura y yo, me culpé a mí mismo por haberla
dejado sin cerrar en nuestra última visita.
Entré.
No había recorrido la mitad de la nave cuando recordé con un escalofrío que
eran precisamente el día y la hora en que se decía que cobraban vida las dos
estatuas de mármol.
Con
las manos en los bolsillos, avancé por la nave casi a oscuras. Justo entonces
salió la luna, derramando su luz en la iglesia. Me detuve en seco. El corazón
me dio tal brinco que casi me ahoga; y a continuación casi caigo desfallecido.
¡Los
caballeros de mármol habían desaparecido! Pasé la mano por las losas para
comprobar que no eran imaginaciones mías. Estaban suaves y lisas. ¡Las estatuas
se habían ido!
El
terror se apoderó de mí. ¡Laura! Salí corriendo de la iglesia, mordiéndome el
labio para no gritar. Cerca de casa, surgió ante mí una figura oscura. Lleno de
presagios, grité.
-¡Fuera
de mi camino, vamos!
Al
intentar seguir adelante, me cogió los brazos por encima del codo. Era nuestro
vecino el doctor Kelly.
-¡Suélteme,
estúpido!- exclamé con voz entrecortada- ¡Las efigies de mármol han salido de
la iglesia!
-Ha
escuchado usted demasiadas consejas- rió el doctor.
-He
visto las losas vacías. Temo que le haya pasado algo a mi mujer- supliqué.
-Tonterías-
dijo el doctor- . Venga conmigo y le enseñaré las losas. No sea pusilánime.
La
actitud sosegada del doctor me devolvió la serenidad. Regresamos a la iglesia y
recorrimos la nave. Cerré los ojos, convencido de que las estatuas no iban a
estar allí. Oí que el doctor encendía una cerilla.
-Ahí
las tiene- dijo alegremente. ¡Y allí estaban! Exhalé un hondo suspiro y le
estreché la mano.
-Ha
debido engañarme algún efecto de luz- dije avergonzado.
-Sin
duda alguna- replicó él. Se había inclinado a mirar la estatua de la derecha,
que era la de aspecto más terrible-. Mire- añadió el doctor-. Tiene rota una
mano.
Y
así era, en efecto. Yo estaba seguro que cuando Laura y yo visitamos la iglesia
esa mano se encontraba en perfecto estado. Pero me tranquilizó tanto comprobar
que la estatua estaba allí que no me preocupó que tuviera la mano rota.
Era
tarde. Invité al doctor Kelly a casa. Cuando nos acercábamos, vimos que salía
luz por la puerta abierta. ¿Habría salido Laura?
Miramos
en el cuarto de estar. Al principio no la vimos, Su butaca estaba vacía, y su
libro y su pañuelo estaban en el suelo.
La
encontramos en el asiento de la ventana, reclinada sobre una mesa. Tenía la
cabeza apoyada en la mesa, y su cabello castaño colgaba hacia la alfombra. Sus
labios estaban contraídos, y tenía los ojos extremadamente abiertos. ¿Qué era
lo último que habían visto?
-¡Ya
estoy aquí, Laura! ¡No tengas miedo!- exclamé.
Se
derrumbó exánime en mis brazos. Tenía las manos fuertemente apretadas. En una de ellas sujetaba algo. Cuando tuve la
total seguridad de que estaba muerta, dejé que el doctor le abriese la mano
para ver qué sujetaba.
Era
un dedo de mármol gris.
miércoles, 20 de mayo de 2015
SUSTANTIVOS
|
Sirven para nombrar a los objetos, ideas y
seres que nos rodean Llevan determinante y tienen género y número
Ej: Esa camisa. Tus lápices.
La guerra. Mi ordenador. Su cobardía…
|
ADJETIVOS
|
Sirven para indicar las cualidades que poseen
los sustantivos. No llevan determinantes y acompañan al sustantivo.
Ej. Mi gata
es cariñosa. Tus amigos son simpáticos.
Mi hermano es muy gruñón
|
VERBOS
|
Indican estados de ánimo, acciones ,
movimiento…
Tu hermana vino
ayer. Hoy no hace
aire. Mañana iré de viaje Hoy estoy
depre
|
DETERMINANTES
|
Acompañan a los sustantivos y tienen género y
número.Son:
Artículos ( el, la ,los, las), demostrativos
( este, esa aquel, aquellos aquellas…) posesivos (mi, tu ,su , nuestro,
vuestro, suyo, sus , mis…) Numerales ( uno, dos , tres… primero, segundo ,
vigésimo..). Indefinidos ( mucho, a , os, as , bastante, es.. demasiado, a,
os, as, algún, a, os, as, todo, a ,os, as…)
Interrogativos y exclamativos ( qué, cuál, cuántos…)
Ejemplos: Tengo cuatro
hermanas y tres hermanos. Tu padre es el
mejor. Mis amigas viven en un cuarto piso, no tengo ningún boli rojo .¿Cuántos años tienes?
|
PRONOMBRES
|
Sustituyen al sustantivo: Son los pronombres
personales ( yo, mi, me conmigo, tú, te, ti contigo, él, ella, lo ,la,le, se
consigo, Nosotros, nos, vosotros, os, ellos , ellas, los, las. Les, se )
Los demostrativos, los numerales, los
indefinidos, los interrogativos y
exclamativos..
Ejemplos:
Mi casa es más grande que la tuya.
A Julia le
duele la cabeza. Dale una aspirina y que se la
tome ya. Estos pasteles no son para ti son para tus primos .No te los comas. ¿ Cuántos vendrán a cenar? ¿Vendrán todos? A muchos no
nos gusta leer libros
|
ADVERBIOS
|
Son invariables. No tienen género ni número. Acompañan
al verbo , al adjetivo o a otro adverbio.
Clases: de lugar ( aquí, allí, encima,
debajo..) tiempo ( hoy, mañana , luego, ya, todavía, después, mañana…), modo
( así, bien , mal, fácilmente, cómodamente, ágilmente, rápidamente….) Cantidad
( mucho, poco, bastante, algo…) Afirmación ( sí, siempre, por supuesto..) Negación
( no, nunca, jamás..) Duda ( quizá , tal vez..)
Ejemplos : estoy algo cansada,
He comido mucho, No
me encuentro bien. Vivo muy
cerca del
instituto
|
CONJUNCIONES
|
Y (e), o (u), pero, sino, sin embargo,
porque, si, aunque….
|
PREPOSICIONES
|
A, hacia, hasta, de, en , con, sin, para,
por, entre, sobre, según…
Ejemplo:
casa con dos puertas
|
viernes, 8 de mayo de 2015
COMENTARIO DE " A DAFNE YA LOS BRAZOS LE CRECÍAN"
http://milenguaviperinaa.blogspot.com.es/2013/01/garcilaso-de-la-vega-dafne-ya-los.html
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martes, 5 de mayo de 2015
MÁXIMAS Y REFRANES EN LA CELESTINA ( blog dientedeleón)
Nadie es tan joven que no se pueda morir mañana,
ni tan viejo que no pueda vivir un día más.
Miserable cosa es pensar ser maestro
el que nunca fue
discípulo.
Mejor es el uso de las riquezas que la posesión de ellas.
Qué glorioso el dar, qué miserable el recibir.
La ajena luz no te hará claro, si la propia no tienes.
No es vencido sino el
que se cree serlo.
El cierto amigo en la
cosa incierta se conoce,
en las adversidades se prueba.
Del error, lo peor es la perseverancia.
El amor imposible
todas las cosas vence.
Cuán fácil cosa es reprender vida ajena
y cuán duro guardar cada uno la suya.
El deleite de la venganza dura un momento;
el de la misericordia, para siempre.
La mitad está hecha
cuando tienen buen principio las cosas.
Es simpleza o necedad llorar
por lo que con llorar no se puede remediar.
Gran parte de la salud es desearla.
Ninguna cosa hace pobre al avariento como la riqueza.
Locura es pagar amistad con odio.
Cuando el corazón
está embargado de pasión, están cerrados los oidos al consejo, y en tal tiempo
las palabras sensatas, en lugar de amansar, acrecientan la saña
ENCUENTRO DE CELESTINA CON MELIBEA
CELESTINA.- Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta.
De Dios seas perdonada, que buena compañía me queda. Dios la deje gozar su
noble juventud y florida mocedad, que es tiempo en que más placeres y mayores
deleites se alcanzarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de
enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua,
llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de
lo por venir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte,
cayado de mimbre que con poca carga se doblega.
MELIBEA.- ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo que todo el
mundo con tanta eficacia gozar y ver desea?
CELESTINA.- Desean harto mal para sí, desean harto trabajo.
Desean llegar allá porque llegando viven y el vivir es dulce y viviendo
envejecen. Así que el niño desea ser mozo y el mozo viejo y el viejo, más;
aunque con dolor. Todo por vivir, porque dicen «viva la gallina con su pepita».
Pero, ¿quién te podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus
fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su
descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel
mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado
ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de
dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer?
Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás
callar todos los otros trabajos, cuando sobra la gana y falta la provisión, que
jamás sentí peor ahíto que de hambre.
(...)
MELIBEA.- Madre, gran pena tendrás por la edad que perdiste.
¿Querrías volver a la primera?
CELESTINA.- Loco es, señora, el caminante que, enojado del
trabajo del día, quisiese volver de comienzo la jornada para tornar otra vez a
aquel lugar, que todas aquellas cosas cuya posesión no es agradable, más vale
poseerlas que esperarlas, porque más cerca está el fin de ellas cuanto más
andado del comienzo. No hay cosa más dulce ni graciosa al muy cansado que el
mesón. Así que, aunque la mocedad sea alegre, el verdadero viejo no la desea,
porque el que de razón y seso carece, cuasi otra cosa no ama sino lo que
perdió.
MELIBEA.- Siquiera por vivir más, es bueno desear lo que
digo.
CELESTINA.- Tan presto, señora, se va el cordero como el
carnero. Ninguno es tan viejo que no pueda vivir un año, ni tan mozo que hoy no
pudiese morir. Así que en esto poca ventaja nos lleváis.
LAMENTO DE PLEBERIO
¡Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no ejecutaste tu cruel ira, tus mudables ondas, en aquello que a ti es sujeto? ¿Por qué no destruiste mi patrimonio? ¿Por qué no quemaste mi morada? ¿Por qué no asolaste mis grandes heredamientos? Dejárasme aquella florida planta, en quien tú poder no tenías; diérasme, fortuna fluctuosa, triste la mocedad con vejez alegre, no pervirtieras la orden. Mejor sufriera persecuciones de tus engaños en la recia y robusta edad que no en la flaca postrimería. ¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada! ¡Oh mundo, mundo! Muchos mucho de ti dijeron, muchos en tus cualidades metieron la mano, a diversas cosas por oídas te compararon. Yo por triste experiencia lo contaré como a quien las ventas y compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron, como aquel que mucho ha hasta ahora callado tus falsas propiedades por no encender con odio tu ira, por que no me secases sin tiempo esta flor, que este día echaste de tu poder. Pues ahora, sin temor, como quien no tiene qué perder, como aquel a quien tu compañía es ya enojosa, como caminante pobre que, sin temor de los crueles salteadores, va cantando en alta voz. Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden. Ahora, visto el pro y la contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores, un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin fruto, fuente de cuidados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponzoña, vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. Cébasnos, mundo falso, con el manjar de tus deleites; al mejor sabor nos descubres el anzuelo; no lo podemos huir, que nos tiene ya cazadas las voluntades. Prometes mucho, nada no cumples; échasnos de ti por que no te podamos pedir que mantengas tus vanos prometimientos. Corremos por los prados de tus viciosos vicios, muy descuidados, a rienda suelta; descúbresnos la celada cuando ya no hay lugar de volver. Muchos te dejaron con temor de tu arrebatado dejar; bienaventurados se llamarán cuando vean el galardón que a este triste viejo has dado en pago de tan largo servicio. Quiébrasnos el ojo y úntasnos con consuelo el casco. Haces mal a todos, por que ningún triste se halle solo en ninguna adversidad, diciendo que es alivio a los míseros, como yo, tener compañeros en la pena. Pues desconsolado, viejo, ¡qué solo estoy! Yo fui lastimado sin haber igual compañero de semejante dolor, aunque más en mi fatigada memoria revuelvo presentes y pasados. Que si aquella severidad y paciencia de Paulo Emilio me viniere a consolar con pérdida de dos hijos muertos en siete días, diciendo que su animosidad obró que consolase él al pueblo romano y no el pueblo a él, no me satisface, que otros dos le quedaban dados en adopción. ¿Qué compañía me tendrán en mi dolor aquel Pericles, capitán ateniense, ni el fuerte Jenofón, pues sus pérdidas fueron de hijos ausentes de sus tierras? Ni fue mucho no mudar su frente y tenerla serena, y el otro responder al mensajero, que las tristes albricias de la muerte de su hijo le venía a pedir, que no recibiese él pena, que él no sentía pesar. Que todo esto bien diferente es a mi mal. Pues menos podrás decir, mundo lleno de males, que fuimos semejantes en pérdida aquel Anaxágoras y yo, que seamos iguales en sentir, y que responda yo, muerta mi amada hija, lo que él a su único hijo, que dijo: «como yo fuese mortal, sabía que había de morir el que yo engendraba». Porque mi Melibea mató a sí misma de su voluntad a mis ojos con la gran fatiga de amor que la aquejaba; el otro matáronle en muy lícita batalla. ¡Oh incomparable pérdida! ¡Oh lastimado viejo! Que cuanto más busco consuelos, menos razón hallo para me consolar. Que si el profeta y rey David al hijo que enfermo lloraba, muerto no quiso llorar, diciendo que era cuasi locura llorar lo irrecuperable, quedábanle otros muchos con que soldase su llaga. Y yo no lloro, triste, a ella muerta, pero la causa desastrada de su morir. Ahora perderé contigo, mi desdichada hija, los miedos y temores que cada día me espavorecían. Sola tu muerte es la que a mí me hace seguro de sospecha. ¿Qué haré cuando entre en tu cámara y retraimiento y la halle sola? ¿Qué haré de que no me respondas si te llamo? ¿Quién me podrá cubrir la gran falta que tú me haces? Ninguno perdió lo que yo el día de hoy, aunque algo conforme parecía la fuerte animosidad de Lambas de Auria, duque de los atenienses, que a su hijo herido con sus brazos desde la nao echó en la mar. Porque todas éstas son muertes que, si roban la vida, es forzado de cumplir con la fama. Pero, ¿quién forzó a mi hija a morir, sino la fuerte fuerza de amor? Pues, mundo halaguero, ¿qué remedio das a mi fatigada vejez? ¿Cómo me mandas quedar en ti conociendo tus falacias, tus lazos, tus cadenas y redes, con que pescas nuestras flacas voluntades? ¿A dó me pones mi hija? ¿Quién acompañará mi desacompañada morada? ¿Quién tendrá en regalos mis años, que caducan? ¡Oh amor, amor!, que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sujetos. Herida fue de ti mi juventud, por medio de tus brasas pasé, ¿cómo me soltaste para me dar la paga de la huida en mi vejez? Bien pensé que de tus lazos me había librado los cuarenta años toqué, cuando fui contento con mi conyugal compañera, cuando me vi con el fruto que me cortaste el día de hoy. No pensé que tomabas en los hijos la venganza de los padres. Ni sé si hieres con hierro ni si quemas con fuego. Sana dejas la ropa, lastimas el corazón. Haces que feo amen y hermoso les parezca. ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes. Si los amases, no les darías pena. Si alegres viviesen, no se matarían como ahora mi amada hija. ¿En qué pararon tus sirvientes y sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles compañeros que ella para tu servicio emponzoñado jamás halló. Ellos murieron degollados. Calisto, despeñado. Mi triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te dieron; amargos hechos haces. No das iguales galardones; inicua es la ley que a todos igual no es. Alegra tu sonido; entristece tu trato. Bienaventurados los que no conociste o de los que no te curaste. Dios te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido traídos. Cata que Dios mata los que crió; tú matas los que te siguen. Enemigo de toda razón, a los que menos te sirven das mayores dones, hasta tenerlos metidos en tu congojosa danza. Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? Ciego te pintan, pobre y mozo. Pónente un arco en la mano con que tires a tiento; más ciegos son tus ministros, que jamás sienten ni ven el desabrido galardón que se saca de tu servicio. Tu fuego es de ardiente rayo, que jamás hace señal do llega. La leña que gasta tu llama son almas y vidas de humanas criaturas, las cuales son tantas, que de quien comenzar pueda apenas me ocurre, no sólo de cristianos, mas de gentiles y judíos, y todo en pago de buenos servicios. ¿Qué me dirás de aquel Macías de nuestro tiempo, cómo acabó amando, cuyo triste fin tú fuiste la causa? ¿Qué hizo por ti Paris? ¿Qué Helena? ¿Qué hizo Hipermestra? ¿Qué Egisto? Todo el mundo lo sabe. Pues a Safo, Ariadna, Leandro, ¿qué pago les diste? Hasta David y Salomón no quisiste dejar sin pena. Por tu amistad Sansón pagó lo que mereció, por creerse de quien tú le forzaste a darle fe. Otros muchos que callo porque tengo harto que contar en mi mal. Del mundo me quejo porque en sí me crió; porque, no me dando vida, no engendrara en él a Melibea; no nacida, no amara; no amando, cesara mi quejosa y desconsolada postrimería. ¡Oh mi compañera buena! ¡Oh mi hija despedazada! ¿Por qué no quisiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué no hubiste lástima de tu querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? ¿Por qué me dejaste cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste triste y solo in hac lachrymarum valle?
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