viernes, 30 de enero de 2015


EN BUSCA DEL FUEGO  :DOSSIER Y ACTIVIDADES 







Actividades sobre "En busca del fuego"
1) La película está situada aproximadamente hace 80.000 años. ¿A qué etapa de la prehistoria corresponde esa fecha?

2)
En la película aparecen al menos 3 grupos humanos diferentes.a) ¿Cuáles son estos tres grupos de humanos?b) En realidad ¿convivieron los 3?c) Por tanto, ¿la película refleja correctamente cómo fue la Prehistoria respecto a la convivencia de tipos humanos y su evolución en el tiempo? Explica lo que es correcto y lo que no lo es.
3) El centro de la película son los conflictos que surgen alrededor del fuego. Contesta a las siguientes cuestiones sobre el fuego.a) ¿Cómo solían obtener el fuego los grupos que no sabían cómo "fabricarlo"?b) ¿Qué les pasaba si lo perdían?c) ¿Para qué se usaba el fuego?d) Los homínidos que sabían obtenerlo ¿cómo lo hacían?e) ¿Qué importancia tiene la hoguera en la vida social y la comunicación de los homínidos?
4) Responde a las siguientes preguntas en relación a los modos de vida del grupo de homínidos que buscaba el fuego (los protagonistas).a)¿Cómo hacían su vestuario, cómo era?b)¿Cómo preparaban la comida?c)¿Qué comían?d)¿Cómo cazaban? ¿Cómo obtenían la carne?e)¿Cómo hacían sus armas?f)¿Tenían alguna forma de organización o estructura social?

5) ¿En qué aspectos era diferente la vida del pueblo que conocía cómo hacer fuego? Intenta recordar el mayor número de aspectos posible. ¿A qué época correspondería este pueblo?
ANTOLOGÍA DE ROMANCES













miércoles, 28 de enero de 2015


PREPARANDO EL EXAMEN TEÓRICO-PRÁCTICO  /FEBRERO

(Recordar que no hemos visto aún ni el predicativo ni el complemento de régimen)
POSIBLES PREGUNTAS
1ª ¿Cómo reconocería a un C.Directo?
2ª  Funciones del Sintagma  Nominal ( sujeto, aposición, vocativo, c.directo,, atributo...)
3ª Funciones del Sintagma Preposicional (complemento del núcleo, directo. indirecto, circunstancial)
4ª Funciones del Sintagma Adjetival (complemento del núcleo, atributo )
5ª Funciones del Sintagma Adverbial ( complemento de un sustantivo, c. circunstancial..)
6ª Los determinantes: clases (artículos, demostrativos, indefinidos, numerales, posesivos...)
7ª Los pronombres : clases
8ª Los cuantificadores
8ª) los adverbios: clases
8º) Ejemplos de preposiciones y locuciones prepositivas
9ª Estructura del sintagma nominal
10ª  La oración Impersonal
11ª La oración pasiva

PRÁCTICA:

A) Análisis morfológico de una frase
B) Análisis sintáctico de algunas frase

POSIBLES FRASES

El pasado lunes cayó una fuerte nevada en las  cotas altas de Huesca

El clima oceánico  se extiende a lo largo de una estrecha y alargada franja del norte de España

Hay varios climas en la provincia de Huesca

El clima de alta montaña es uno de ellos

Estamos cansados de tanto viento

Tanto viento nos cansa

Hizo un viento muy fuerte

Las ráfagas de viento  causaron algunos destrozos en la ciudad

La joven herida fue conducida en ambulancia  hasta el hospital

El soldado español fallecido fue derribado por disparos del ejército israelí

La joven recuperó la calma después de unos minutos

He dejado la mantequilla encima de la mesa

Mi gato Napoleón tiene ya catorce años

Caballero, olvida el periódico.

A mis hermanos les he regalado una foto antigua







CÓMO SE SALVÓ WAN FO
Al escuchar esta sentencia, el discípulo Ling arrancó de su cinturón un cuchillo mellado y se precipitó sobre el Emperador. Dos guardias lo apresaron. El Hijo del Cielo sonrió, y agregó en un suspiro:
—Y te odio también, viejo Wang-Fo, porque has sabido hacerte amar. Maten a ese perro.
Ling pegó un salto hacia adelante para evitar que su sangre manchara el traje de su maestro. Uno de los soldados levantó el sable, y la cabeza de Ling quedó separada de la nuca, igual a una flor cortada. Los servidores se llevaron los restos, y Wang-Fo, desesperado, admiró la hermosa mancha escarlata que la sangre de su discípulo hacía sobre el pavimento de piedra verde.

El Emperador hizo una señal, y los eunucos enjugaron los ojos de Wang-Fo.

—Escucha, viejo Wang-Fo —dijo el Emperador—, y seca tus lágrimas pues no es el momento de llorar. Tus ojos deben permanecer limpios, para que la poca luz que les queda no sea enturbiada por tu llanto, puesto que no deseo tu muerte sólo por rencor; y no es sólo por crueldad que quiero verte sufrir. Tengo otros proyectos, viejo Wang-Fo. Poseo en mi colección de tus obras una pintura admirable en donde las montañas, el estero de los ríos y el mar se reflejan, infinitamente reducidos, sin duda, pero con una evidencia que sobrepasa la de los objetos mismos, como las figuras que se reflejan sobre las paredes de una esfera, Pero esta pintura no está terminada, Wang-Fo, y tu obra maestra no es más que un boceto. Sin duda, en el momento en que pintabas, sentado en un valle solitario, reparaste en un pájaro que pasaba, o en un niño que perseguía a aquel pájaro. Y el pico del pájaro o las mejillas del niño te hicieron olvidar los párpados azules de las olas. No terminaste la orla del manto del mar, ni la cabellera de algas de las rocas. Wang-Fo, quiero que consagres las horas de luz que te quedan a terminar esta pintura, que contendrá así los últimos secretos acumulados en el curso de tu larga vida. Seguramente tus manos, tan próximas a caer, no temblarán sobre la tela de seda, y el infinito penetrará en tu obra por los plumeados de la desgracia. Y no hay duda de que tus ojos, tan cerca de ser aniquilados, descubrirán relaciones en el límite de los sentidos humanos. Ese es mi propósito, viejo Wang-Fo, y puedo forzarte a realizarlo. Si te rehúsas, antes de cegarte, haré quemar todas tus obras, y serás entonces igual a un padre cuyos hijos han sido asesinados, y destruidas las esperanzas de posteridad. Pero cree más bien, si quieres, que este último mandamiento no se debe más que a mi bondad, pues sé que la tela es la única amante que has acariciado en tu vida, y ofrecerte pinceles, colores y tinta para ocupar tus últimas horas es como dar de limosna una cortesana a un joven que va a ser ejecutado.
Tras una señal del meñique del Emperador, dos eunucos trajeron respetuosamente la pintura inacabada en donde Wang-Fo había trazado la imagen del mar y del cielo. Wang-Fo secó sus lágrimas y sonrió, pues ese pequeño bosquejo le recordaba su juventud. Todo atestiguaba una frescura del alma a la cual Wang-Fo no podía aspirar más; sin embargo, algo le faltaba, pues en la época en que Wang la había pintado no había aún contemplado suficientes montañas, ni suficientes rocas bañando en el mar sus costados desnudos, y no se había impregnado lo bastante de la tristeza del crepúsculo. Wang-Fo escogió uno de los pinceles que le presentaba un esclavo, y se puso a extender sobre el mar inacabado largas corrientes azules. Un eunuco agachado a sus pies molía los colores; desempeñaba bastante mal aquella tarea, y más que nunca Wang-Fo añoró a su discípulo Ling.

Wang comenzó por teñir de rosa la punta del ala de una nube posada sobre una montaña. Luego, agregó sobre la superficie del mar pequeñas arrugas que volvían más profundo el sentimiento de su serenidad. El empedrado de jade se tornaba singularmente húmedo, Pero Wang-Fo, absorto en su pintura, no se daba cuenta que trabajaba con los pies en el agua.
La frágil barca que había crecido bajo las pinceladas del pintor, ocupaba ahora todo el primer plano del rollo de seda. El ruido cadencioso de los remos se levantó de pronto en la distancia, rápido y vivo como un aleteo. El ruido se acercó, llenó lentamente toda la sala, luego se detuvo y, suspendidas de los remos del barquero, unas gotas temblaban, inmóviles. Hacía tiempo ya que el hierro candente destinado a los ojos de Wang se había apagado sobre el brasero del verdugo. Los cortesanos, inmovilizados por el protocolo, con el agua hasta los hombros, se paraban sobre la punta de los pies. El agua alcanzó finalmente el nivel del corazón imperial. El silencio era tan profundo que se hubiera podido escuchar el caer de unas lágrimas.
Sí, era Ling. Llevaba su viejo traje de todos los días, y su manga derecha aún tenía las huellas de un desgarrón que no había tenido tiempo de zurcir, en la mañana, antes de la llegada de los soldados. Pero lucía en torno al cuello una extraña bufanda roja.
Wang-Fo le dijo quedamente mientras seguía pintando:

—Te creía muerto.
—Vivo usted —contestó respetuosamente Ling—, ¿cómo hubiera podido morir? Y ayudó al maestro a subir a la embarcación. El techo de jade se reflejaba sobre el agua, de manera que Ling parecía navegar en el interior de una gruta. Las trenzas de los cortesanos sumergidos ondulaban en la superficie como serpientes, y la cabeza pálida del Emperador flotaba como un loto.
—Mira, discípulo mío —dijo melancólicamente Wang-Fo. Estos desgraciados van a perecer, si no es que ya han perecido. No sospechaba que hubiese bastante agua en el mar como para ahogar a un Emperador. ¿Qué hacer?
—No tema, maestro —murmuró el discípulo. Pronto se volverán a encontrar secos y ni siquiera recordarán que su manga haya estado mojada. Sólo el Emperador conservará en el corazón algo de la amargura marina. Esta gente no está hecha para perderse en el interior de una pintura.
Y agregó:

—El mar es bello, el viento suave, los pájaros marinos hacen su nido. Partamos, maestro mío, hacia el país que se encuentra más allá de las aguas.
—Partamos —dijo el viejo pintor.
Wang-Fo se apoderó del timón, y Ling se inclinó sobre los avíos. La cadencia de los remos llenó de nuevo toda la sala; era firme y regular como el latido de un corazón. El nivel del agua disminuía insensiblemente en torno a las grandes rocas verticales que volvían a ser columnas. Pronto, escasos charcos brillaron solos en las depresiones del empedrado de jade. Los ropajes de los cortesanos estaban secos, pero el Emperador conservaba algunos copos de espuma en las franjas de su abrigo.

El cuadro, terminado por Wang-Fo, estaba recargado contra una cortina. Una barca ocupaba todo el primer plano. Se alejaba poco a poco, dejando tras ella una delgada estela que se cerraba sobre el mar inmóvil. Ya no se distinguía el rostro de los dos hombres sentados en la embarcación. Pero aún se divisaba la bufanda roja de Ling, y la barba de Wang-Fo que flotaba al viento.

La pulsación de los remos se debilitó y cesó, obliterada por la distancia. El Emperador, inclinado hacia adelante, la mano sobre los ojos, miraba alejarse la barca de Wang que no era ya más que una mancha imperceptible en la palidez del crepúsculo. Un vaho de oro se elevó y se desplegó sobre el mar. Finalmente, la barca viró tras una roca que cerraba la entrada hacia el mar abierto; la sombra de un farallón cayó sobre ella; la estela se borró de la superficie desierta, y el pintor Wang-Fo y su discípulo Ling desaparecieron para siempre por aquel mar de jade azul que Wang-Fo acababa de inventar.

LAS LOCUCIONES PREPOSITIVAS






martes, 27 de enero de 2015

       LOS ADVERBIOS

dentro, fuera, encima,debajo, detrás.....





lunes, 26 de enero de 2015

ALGUNOS ROMANCES                                         
                                                                            

                                             

AGORA QUE SÉ DE AMOR                                
Agora que sé de amor
me metéis monja?
¡ay, dios, qué grave cosa!
Agora que sé de amor
de caballero,
agora me metéis monja
en el monasterio:
¡ay, dios, qué grave cosa!

La misa del amor
Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya, 
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como el sol.
Las damas mueren de envidia,
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa,
ha trocado la lición;
monacillos que le ayudan,
no aciertan responder, non,
por decir amén, amén,
dicen amor, amor.

 Romance de Abenámar
«¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
Moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.» 
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
«Yo te lo diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho,
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría.» 
« Yo te agradezco, Abenámar
aquesa tu cortesía.» 
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!

«
El Alhambra era, señor,
y la otra la Mezquita;
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas cobraba al día,
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.» 
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
«Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y Sevilla.» 
«Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería
».
 Romance de Doña Alda

En Paris está doña Alda,
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar;
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen una mesa,
todas comían de un pan.
Las ciento hilaban el oro,
las ciento tejen cendal,
ciento tañen instrumentos,
para a doña Alda alegrar.
Al son de los instrumentos                                                 
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Despertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba tan grandes
se oían en la ciudad.
-¿Qué es aquesto, mi señora,
qué es lo que os hizo mal?
-Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte,
en un desierto lugar,
y de so los montes altos
un azor vide volar;
tras dél viene una aguililla
que lo ahincaba muy mal.
El azor con grande cuita
metióse so mi brial;
el águila con gran ira
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.-
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
    
-Aqueste sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo,
que de España viene ya;
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte era la iglesia
donde os han de velar.
-Si es así mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.-

Otro día de mañana
cartas de lejos le traen;
tintas venían de fuera,
de dentro escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.
Cuando tal oyó doña Alda
muerta en el suelo se cae.

 Romance de Fontefrida y con amor
Fontefrida, fontefrida 
fontefrida y con amor, 
do todas las avecicas 
van tomar consolación, 
sino es la tortolica, 
que está viuda y con dolor. 
Por ahí fuera a pasar 
el traidor del ruiseñor; 
las palabras que le dice 
llenas son de traición: 
«Si tú quisieses, señora, 
yo sería tu servidor.» 
«Vete de ahí, enemigo, 
malo, falso, engañador, 
que ni poso en ramo verde 
ni en ramo que tenga flor, 
que si el agua hallo clara 
turbia la bebiera yo; 
que no quiero haber marido 
porque hijos no haya, no; 
no quiero placer con ellos 
ni menos consolación. 
¡Déjame triste, enemigo, 
malo, falso, mal traidor; 
que no quiero ser tu amiga 
ni casar contigo, no!»

Romance de la doncella guerrera

Pregonadas son las guerras de Francia para Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
-No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
-Conocerante en los pechos, que asoman bajo el jubón.
-Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
-Tienes las manos muy blancas, hija no son de varón.
-Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
-Conocerante en los ojos, que otros más lindos no son.
-Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
-¿Cómo me he de llamar, padre? -Don Martín el de Aragón.
-Y para entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
-Bésoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció
si no fue el hijo del rey que en sus ojos se prendó.
-Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
-Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
-¡Qué rico puñal es éste, para con moros pelear!
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
-Llevarásla tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, un vara va a cortar:
-¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
-Hijo, arrójale al regazo tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
-Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando; Don Martín muy triste está:
-Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
-Don Martín, esa licencia no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
-Adiós, adiós, el buen rey, y tu palacio real;
que dos años te sirvió una doncella leal!
Óyela el hijo del rey, trás ella va a cabalgar.
-Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.

 Romance de la mano muerta

I
La niña tiene un amante 
que escudero se decía; 
el escudero le anuncia 
que a la guerra se partía. 
-Te vas y acaso no tornes. 
-Tornaré por vida mía. 
Mientras el amante jura, 
diz que el viento repetía: 
¡Malhaya quien en promesas 
de hombre fía! 

II
El conde con la mesnada 
de su castillo salía: 
ella, que lo ha conocido, 
con gran aflicción gemía: 
-¡Ay de mí, que se va el conde 
y se lleva la honra mía! 
Mientras la cuitada llora, 
diz que el viento repetía: 
¡Malhaya quien en promesas                                    
de hombre fía! 

III 
Su hermano, que estaba allí, 
éstas palabras oía: 
-Nos has deshonrado, dice. 
-Me juró que tornaría. 
-No te encontrará si torna, 
donde encontrarte solía. 
Mientras la infelice muere, 
diz que el viento repetía: 
¡Malhaya quien en promesas 
de hombre fía! 

IV 
Muerta la llevan al soto, 
la han enterrado en la umbría; 
por más tierra que la echaban, 
la mano no se cubría; 
la mano donde un anillo 
que le dio el conde tenía. 
De noche sobre la tumba 
diz que el viento repetía: 
¡Malhaya quien en promesas 
de hombre fía! 

 

 Romance de rosa fresca
¡Rosa fresca, rosa fresca,
tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos,
non vos supe servir, non:
y agora que vos servía
non vos puedo yo haber, non!
- Vuestra fue la culpa, amigo,
vuestra fue, que mía non;
enviásteme una carta
con un vuestro servidor,
y, en lugar de recaudar
él dijera otra razón:
que érades casado amigo,
allá en tierras de León;
que tenéis mujer hermosa
e hijos como una flor.
- Quien vos lo dijo, señora,
non vos dijo verdad, non;
que yo nunca entré en Castilla
ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño,
que non sabía de amor.

 Romance del cazador cazado
Pensando al amor cazar,
yo me hice cazador,
y a mí cazóme el amor.
Entré muy descuidado
en el monte de Cupido,
por ver si había venado
y hallé un ciervo escondido:
muy a paso sin ruido
arrojéle un pasador,
y a mí cazóme el amor.
Desque herido le vi
empecé a correr tras él,
y corriendo me perdí
por una sierra cruel;
pero al fin vi un vergel,
que sois vos, lleno de flor,
y allí cazóme el amor.

 Romance del infante Arnaldos

¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas, 
la ejarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral. 
Marinero que la guía, 
diciendo viene un Cantar,
que la mar ponía en calma, 
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
     Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.

 Romance del prisionero
Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuando es de día
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.


Romance del Rey don Sancho

-¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso,
que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho, y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el real: -¡A don Sancho han mal herido!
Muerto le ha Vellido Dolfos, ¡gran traición ha cometido!
Desque le tuviera muerto, metiose por un postigo,
por las calle de Zamora va dando voces y gritos:
-Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.









viernes, 16 de enero de 2015



ESTUDIO LITERARIO DEL CANTAR




TEXTO DEL CANTAR DEL MIO CID






EN ESTA PÁGINA ENCONTRARÉIS HISTORIAS DE LA MITOLOGÍA





EL MITO DEL MINOTAURO

EL MITO DEL MINOTAURO.
En Creta existió un rey legendario llamado Minos, quien había osado engañar y contrariar al dios Poseidón, prometiéndole sacrificios si éste le ayudaba.

El dios, una vez cumplida su parte, al ver que el rey no le daba lo prometido, en venganza, un día que la reina, Pasífae, caminaba junto a la orilla, hizo nacer de la espuma del mar un poderoso toro que atacara y violara a la mujer del rey.

De esta espantosa unión nació un ser monstruoso, el Minotauro, llamado Asterión, por llevar en la frente el signo de la estrella que declaraba su origen divino.

Minos, avergonzado de tan brutal estirpe, mandó al famoso constructor de la época, Dédalo y a su hijo Ícaro, que construyeran un palacio donde encerrar al Minotauro.

Una vez creado el palacio, Minos ordenó, a la manera de los faraones de Egipto, que los constructores perecieran en él, sellando las puertas para que no escaparan y pudieran comunicar a otros los planos del edificio. Por su parte, el hábil constructor Dédalo, diseñó unas alas de cera con las que salió volando en compañía de su hijo; posteriormente, la audacia del joven Ícaro le hizo acercarse demasiado al sol, con lo que la cera de las alas se derritieron, precipitándose al mar donde murió. En su memoria Dédalo recogió las alas y las depositó en un santuario en Italia.

En cuanto al palacio donde quedó encerrado el Minotauro, era una construcción de intrincados e iguales corredores y pasillos, a partir de entonces se denomina "laberinto" a todo lugar donde es fácil perderse.

El  Minotauro  era un ser que devoraba carne humana, por lo que Minos obligó a todos sus súbditos a rendir tributo al monstruo en forma de una comitiva anual de siete jóvenes y siete doncellas.

Entre aquéllos se encontraban los habitantes de Atenas, situada en la región continental llamada Ática, cuyo rey Egeo hizo incluir a su hijo Teseo entre los jóvenes sacrificados para el Minotauro. Previamente, había concertado con su hijo la misión secreta de destruir al monstruo y que, en caso de que todo resultara bien, se lo hiciese notificar desde lejos a su regreso, cambiando las velas del barco .Así pues, partió Teseo, en compañía de los demás jóvenes, hasta Creta.

Allí, al serle presentada la corte, se enamoró de Ariadna, hija de Minos y hermanastra del Minotauro. Antes de partir a su destino, Teseo le reveló su terrible secreto y Ariadna prometió ayudarlo en su empresa, ofreciéndole un ovillo de lana ("el hilo de Ariadna") para que le sirviera de guía en los intrincados pasadizos y pudiera salir del palacio una vez muerto el Minotauro.

Teseo así lo hizo, mató al Minotauro y escapó en compañía de Ariadna, pero en su viaje de vuelta, como ya no le era útil a sus fines, dejó abandonada a Ariadna en la isla de Delos, donde la descubrió el dios Dioniso.


En cuanto al héroe, al avistar tierra, se olvidó del consejo de su padre de cambiar las velas, por lo que Egeo, pensando que no había tenido éxito en su misión, se suicidó al mar que desde entonces lleva su nombre.